Dejamos de existir cuando dejamos de postear
Hace unos días me llegó un mensaje random por Whatsapp de un chico con el que había salido hace 3 años. Salimos un par de veces, pero jamás intercambiamos redes sociales. Solamente nos mantuvimos con ese número de contacto.
Mensaje recibido;
Hola Dani.
Igual te parecerá rarísimo este mensaje después de años .Quería solo decirte que en algún momento me he acordado de ti y, en aquel momento que te conocí no era consciente de lo mal que me encontraba con ciertas cosas. Quería solo disculparme por desaparecer así. Espero que estés muy bien y que chelo también.
Un abrazo!
Una de las cosas que más me hizo pensar sobre ese mensaje es que lo primero que pensé fue: ¿cómo esta persona aún se acuerda de mí si nos vimos dos veces hace tres años y jamás supimos uno del otro? No volví a ver fotos suyas, ni él de las mías por ninguna red social. Para mí no fue extraño el mensaje. Lo que me sorprendió fue que me tuviera presente sin haber sabido de mí por tantos años. Que orgánicamente su memoria me recordara, que su mente me haya traído de vuelta sin necesidad de una imagen o un like. Me pareció un acto puro, curioso, sobretodo en un mundo donde todo parece depender del algoritmo.
Y ahí me cayó una ficha enorme: me di cuenta de lo adictos y esclavos que nos hemos vuelto de la presencia digital, de las dinámicas que esta ha impuesto, y de cómo, sin duda, ha generado un gran choque cultural que tristemente ha transformado la forma en que nos relacionamos.
Ya hay muchos estudios y opiniones, sí, pero es que es MUY real y cada vez más grave lo vaga que se ha vuelto nuestra mente y nuestra memoria a la hora de vincularnos con alguien o comunicarnos con las personas que ya están en nuestra vida.
Lo siento, pero las redes sociales nos están volviendo unos idiotas. Y meto las manos en el fuego con esto. Y me molesta caer en este loop tóxico de dependencia a ellas.
¿En qué momento dejamos de memorizar los cumpleaños de amigos y conocidos como antes?
Ahora estamos tan acostumbrados a que las redes nos lo recuerden con un simple repost de historias… y entonces es ahí que felicitas a la persona. Incluso teniendo su número de WhatsApp, preferimos responder por ahí porque nos da tanta pereza tomarnos un tiempo real para TODO.
Y lo más curioso: cuando uno hace detox de redes o se desaparece por temporadas, es como si de alguna manera uno dejara de existir. Como si la vida de tu gente se suspendiera en tiempo y espacio porque no estás viendo qué es lo que andan haciendo.
Dejas de existir en una realidad virtual falsa… y eso me hace pensar en lo fucked up que está todo. En el veneno silencioso que las redes supone para las relaciones.
Me impacta la distorsión tan grande de la realidad que vivimos entre lo real y lo digital, nos cuesta ahora dar con la verdad.
Nos hemos vuelto incapaces de escribir un "¿cómo has estado? Quiero saber de ti". Literalmente podrían pasar semanas sin esas interacciones que antes eran NORMALES. Pero en este mundo superficial hasta eso se ha vuelto profundo.
Y si te pones a echar cuentas… es más la pereza de hacerlo que el tiempo real que te toma escribir un mensaje, responderlo o tener una llamada de 10 minutos. ( y vamos a sincerarnos, las cosas como son; en un mundo donde vivimos con el móvil pegado a nuestra mano no existe la falta de tiempo, existe la falta de ganas y de prioridad)
Puedes tener ahí el mensaje, y capaz la intención… pero tu mente traicionera ya está tan entrenada a la falsa dopamina que prefiere hacer scroll, y disociarse de la vida.
Y ya he mencionado en otras oportunidades la absurda fantasía de querer romantizar o idealizar las reacciones a las historias, que te envíen memes o te den likes como métrica de interés… cuando eso no significa absolutamente NADA.
No hay nada que me parezca más perdedor que alguien que solamente coquetea por redes, pero no se atreve a escribir por WhatsApp o pedir el número.
Y si ya se conocen o han salido y sigue haciendo lo mismo solo por Instagram… es que ni siquiera voy a decir nada al respecto…
Hay quienes, además, solo suben cosas para validación o atención del sexo opuesto.
Y en mi opinión, no hay cosa que me parezca menos atractiva de una persona que el hecho de necesitar que muchas mujeres (o muchos hombres) le estén dando atención a través de redes. Es un juego estúpido, sin sentido y que además ni siquiera es real.
Y eso es lo más triste de todo: que esa gente por la que tú quieres llamar la atención te ve como un concepto o un contenido, y no por quién eres realmente.
Como decía antes: la IA y las redes están educando a una sociedad de vagos pensantes y de poca estimulación mental, unos esclavos de la distracción y alérgicos al foco y a la presencia. Ahora nadie tiene “tiempo” para leerse un libro, escribir un ensayo, aprender algo que suponga esfuerzo… y ni hablar de estar en silencio. Eso ni de coña.
Experimento social: te apuesto que si te desapareces un mes de redes sociales —si eres una persona que, como en su mayoría, está activa en redes, más allá de si eres content creator o usuario consumidor común que se mantiene en constante contacto con la gente a través de memes, etc — y tomás esos 30 putos días (que parecen mucho pero no lo son), podrías contar con una mano las personas que realmente te escribirían para saber de ti.
Y esto no es más que un espejo de cómo yo también caigo en los mismos patrones que detesto. Me hacen sentirme una hipócrita, como si estuviera traicionando mis propias creencias cada vez que entro en estos loops de uso excesivo. Porque, en el fondo, esta crítica va dirigida especialmente a mí: para volver a predicar con el ejemplo eso que tanto señalo, y recuperar la coherencia.
Fue un recordatorio de los hábitos que tenía el año pasado: tomarme los fines de semana off de redes sociales, y los domingos en modo avión, sin tocar el móvil. Pero este año no lo había hecho ni una sola vez. Otra vez había caído… hasta que el viernes pasado dije: BASTA.
Estuve el fin de semana desconectada en general del móvil y no abrí mis redes porque necesitaba apagar todo ese ruido. Y más allá de lo clásico que todos sabemos —que crear en vez de consumir es la manera más inteligente y sana de usar las redes—, es muy delgada la línea para caer en esa adicción.
Esta vez no fue por el hecho de crear-consumir, porque precisamente por eso los últimos meses he estado usando más una cuenta anónima de TikTok donde hablo de Tarot y Astrología. En esa cuenta nadie sabe quién soy, nadie tiene un sesgo, no hay juicio. En ese espacio creo por diversión, y no para estar en el top of mind de otras personas como Daniela o como Gonchi.
Para mí, este detox fue como un minuto de silencio y respeto que sentía que le debía a las relaciones del mundo real, en las que creo profundamente y por las que sigo apostando con convicción.
Porque, para algunos (o para muchos), solo existimos dentro de su mundo virtual, en su app del móvil.Pero en la vida real, orgánicamente, existimos un 1% en la mente de alguien, y eso me parece muy fuerte.
Este fin de semana también me debatí si borrar mi cuenta personal.
Pero, como leí en las palabras de una amiga que también hablaba sobre este tema de las redes, los extremos nunca son la solución. Es pasearse por esa paradoja y encontrar un balance.
Esta invitación fue un llamado de atención y reset necesario. De regar y priorizar las conexiones que sí quiero mantener en mi vida, y no a través de las redes solamente.
Así como también de retomar el hábito de pasar días sin abrirlas.
Y sí vamos al super ideal: nada nunca se va a comparar con las interacciones one-on-one en persona.Pero cuando no se puede de esa manera, sin dudas, no hay nada mejor que una buena llamada o una nota de voz sincera.
Pregunta: ¿Cuándo fue la última vez que llamaste a un amigo o familiar solo para saber cómo están?